A 40 años de la tormenta divina

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Los fenómenos meteorológicos han jugado fuertemente en los hechos que han marcado el recorrido de la historia humana.

Inesperadas tormentas, crudos inviernos, inundaciones, fueron protagonistas de cambiar el curso de acontecimientos históricos que parecían destinados a seguir por un camino diferente.

Nos remitiremos a una tormenta de la que pocos saben y que cambió radicalmente la historia argentina contemporánea.

En diciembre de 1978 la confrontación bélica entre Argentina y Chile parecía inevitable, el “Conflicto del Beagle” estaba en su pico de máxima tensión, y esa guerra que solo estaba destinada al desastre para las dos naciones, abriría una herida que seguramente tardaría décadas o siglos en cerrar.

La intervención de Juan Pablo II en el momento casi inicial del conflicto armado, impidió el desastre.

Hasta aquí, la historia conocida… ¿pero qué le permitió a Juan Pablo II llegar a tiempo para esa intervención?

El gobierno argentino había decidido que el inicio de las operaciones sería el 20 de diciembre de 1978 a las 20 horas (luego de un primer aplazamiento del día 15 de diciembre). La Armada ocuparía las tres islas en disputa, Nueva, Picton y Lenox y una serie de islotes en el cabo de Hornos,  llamados Horn, Freycinet, Hershell, Deceit y Wollaston.

El mensaje de mediación papal llegó a tiempo, a las 8 de la mañana del 22 de diciembre. ¿Cómo llegó a tiempo, si las operaciones iban a empezar el día 20?

La Escuadra Argentina debió posponer la invasión por una gran tormenta que impidió totalmente la operación planeada, y debió regresar cuando ya navegaba hacia sus objetivos. Quizás no tener un buen pronosticador de turno nos haya salvado de una catástrofe mayúscula. Olas de 12 metros impidieron la operatividad de helicópteros que debían despegar del Portaviones 25 de mayo, y también la navegación de lanchas de desembarco, imposibilitando el accionar de buzos tácticos. Además las tripulaciones sufrieron mareos por esa violenta tormenta.

El nuevo día D pasó al 22 de diciembre a las 20 horas. A esa hora deberían ocuparse las islas de cabo de hornos, a las 22 las Picton, Nueva y Lenox y las 0.00 horas del 23 comenzar el ataque sobre Punta Arenas y Puerto Williams. La mediación papal llegó 12 horas antes de la hora señalada. Pero quizás, haya que creer en los milagros, y la tormenta del día 20 de diciembre proporcionó ese puñado de horas que permitieron salvar miles de vidas argentinas y chilenas.

Sólo en la primera semana de guerra se esperaban treinta mil muertos, cifra reconocida por ambas partes. Un gran desastre de nuestra nación en el siglo XX fue evitado por la mediación papal, pero previamente, por la intervención divina de una tormenta, que por suerte esa vez… nadie la vio venir.

Fuentes consultadas: Suplemento Zona Clarín 20/12/1998; Televisión Nacional de Chile, “el año que vivimos en peligro”; Hugo Presman, Diario Registrado, “La locura bélica”; Bruno Passarelli, “El delirio bélico”.

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