La foto que ilustra esta nota es de septiembre de 2015, pocos días después de la gran inundación. La imagen es demostrativa de lo que puede estar ocurriendo, a otra escala por supuesto, con las diferentes cuencas en el sur de Santa Fe. Las divisiones de cuencas en un terreno tan llano como lo es la pampa húmeda suelen ser sutiles elevaciones o depresiones de la topografía que no son perceptibles para quien no tiene un ojo entrenado. Esa hilera de pequeñas lagunas que se ven en la foto forma parte de la divisoria de las cuencas del río Salto y río Areco. Si acá hubiésemos tenido las excepcionales lluvias que han ocurrido en el sur de Santa Fe, sudeste de Córdoba y noroeste de Buenos Aires veríamos en esa imagen una sola masa de agua en donde las cuencas pierden individualidad y la masa líquida escurre de una hacia otra sin necesidad que nadie las mande por un canal, sólo como un fenómeno natural.

Nadie sabe que hacer con el agua que le toca. Melincué, La Picasa y un sinfín de lagunas más pequeñas del sur santafesino están absolutamente desbordadas. El agua hace su camino, que parece ser impredecible. En plena llanura se desparrama abarcando hectáreas y hectáreas. El origen de semejante masa hídrica tiene una explicación muy sencilla pero que muchos se niegan a ver: lluvias excepcionales (pero no inéditas, el agua no brota del suelo, cae del cielo). Y que tuvieron su golpe de gracia en los últimos 6 meses. Pero en una vasta área del sudeste cordobés, sur de Santa Fe y noroeste bonaerense las precipitaciones han sido muy importantes desde enero de 2012. En ese momento se produjo un quiebre en los registros pluviométricos y los acumulados en los últimos 64 meses han sido extraordinarios en muchas de las localidades. Promedios anuales de 950 mm se elevaron en lo últimos 5 años a casi 1300.

No ha pasado eso en nuestra ciudad. Si bien tuvimos excesos, con picos en 2014 y 2015, las precipitaciones no han alcanzado la magnitud de la región mencionada.

Por eso también nos cuesta entender porque llega tanta agua si no parece haber llovido tanto.

La situación se torna compleja al extremo porque nadie quiere recibir agua que parece no corresponderle. El agua de Melincué debería ir por su cuenca al Paraná. El mismo destino por un camino distinto es lo que debería suceder con el agua de nuestra cuenca. Las lagunas juninenses deberían aportar al río Salado, y de allí al océano.

¿Y el agua de La Picasa? Esa no la quiere ninguna cuenca. ¿Y a quién pertenece? A una cuenca endorreica (sin salida al mar).

Imaginemos poner agua en un balde, mientras no se llene, el agua estará allí dentro… pero cuando esté repleto, rebalsa, y cuando rebalsa el agua ya toma un rumbo incierto. Algo parecido puede ocurrir con La Picasa. Su camino “natural” parecería ser el río Salado, pero nadie se anima a afirmarlo contundentemente. ¿Y la laguna de Melincué? Debería salir por su cuenca, pero es un terreno muy llano, entonces puede encadenarse con muchas lagunas del sur santafesino y escurrir parte de sus aguas a dichas lagunas.

No se necesitan canales para trasladar el agua de una cuenca a otra. Es una situación extraordinaria de desborde absoluto y absorción cero por parte de los suelos, entonces se unen lagunas y se unen cuencas.

Vendrán tiempos secos (como fueron los años del 94 al 98, o del 2004 al 2009, así es nuestro clima) y ese será el momento de hacer obras que suavicen efectos, no se podrán evitar inundaciones pero sí que sus consecuencias sean menos dolorosas.

Compartir

No hay comentarios